Dolor y gloria: Una biografía de Almodóvar

El cine para Pedro Almódovar (Castilla-La Mancha, 1949) es la oportunidad de vivir, mediante la ficción, lo que la realidad ha negado.

 

 

La importancia del director manchego no radica en su novedosa visión del cine puesto que otros directores, como Víctor Erice en El espíritu de la colmena (1973), ya habían jugado con la ductilidad de la ficción, sino que su importancia radica en la plasmación de las mujeres como sujetos empoderados. Su capacidad de construir un mundo propio ha convertido a Almodóvar en uno de los directores españoles más valorados de todo el mundo.

Para comprender la idiosincrasia del manchego es necesario comprender la sociedad española del posfranquismo español. Aquella España de 1980, año de su película experimental Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, era la de un nuevo país democrático y en el que era perceptible el gran lastre acumulado por los casi 40 años de dictadura. Fruto de aquella represión surge en esa década de los 80 la Movida madrileña, un movimiento contracultural que tuvo su mayor esplendor en la escena musical. De ese momento surgieron diferentes grupos como el liderado por Alaska, convertida en años posteriores en ícono del movimiento homosexual gracias a temas como “A quién le importa” (1986), pero también un incipiente Pedro Almodóvar que junto a McNamara jugaban con la transgresión a través de sus letras y sus puestas en escena. Sirva como ejemplo “Voy a ser mamá” (1983).

Sin embargo, lo que encuentra el espectador en Dolor y Gloria (2019) es una nueva vertiente plasmada ya en Los amantes pasajeros (2013), esto es, la focalización de Almodóvar en el hombre y en la construcción de nuevas masculinidades. En esta película de 2019, Pedro Almodóvar plantea un juego de verosimilitud sobre su vida, pero en el que niega que se trate de una autobiografía. Salvador, el personaje interpretado por Antonio Banderas, es un director de cine de 60 años con problemas creativos provocados en parte por su salud. El dolor le llevará al consumo de heroína pero “la verdadera dependencia de Salvador es la de seguir haciendo películas”. Esa construcción literaria, la del cine como símbolo de la vida, es la que rodeará todo el largometraje. Salvador encontrará en su pasado, en sus primeros deseos sexuales al recordar a aquel albañil de su infancia, su nueva fuente de la creatividad y, en consecuencia, su tabla de salvación en la vida.

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